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Volumen 4 / Nro. 10 / Enero - abril 2022 / ISSN: 2708-6305 / ISSN-L: 2708-6305 / Pág. 11 - 24

Orientaciones teóricas para el abordaje del problema del lenguaje y el pensamiento en las ciencias sociales

Theoretical guidelines for addressing the problem of language and thought in social sciences

 

 


Saúl Marcelo Chinche Calizaya

marcelochinche@hotmail.es

https://orcid.org/0000-0003-1662-0645

Universidad Mayor de San Simón, Cochabamba, Bolivia


 

Artículo recibido en septiembre 2021 I Arbitrado en octubre 2021/I Aceptado en noviembre 2021 I Publicado en enero 2022


 

 

 


 

 

 

 


RESUMEN

 

 

Uno de los primeros pasos que las distintas disciplinas de las Ciencias Sociales deben afrontar, se halla referido a la constitución de un sistema lingüístico propio y el dominio del corpus conceptual básico, a través del cual sea posible atender los distintos aspectos seleccionados de la realidad y que opera en un doble sentido. Por un lado, el cuerpo conceptual, otorga identidad y claridad en el abordaje de aspectos específicos que conciernen al estudio disciplinar y, por otro, proporcionan niveles altos de precisión en la producción de conocimiento especializado con relación al objeto de estudio. De hecho, el lenguaje no sólo proporciona especificidad a la disciplina, sino, sobre todo, permite contar con un sistema de reglas y normas que regulan las prácticas lingüísticas (ideas códigos, sonidos y sentidos), mediante los cuales es posible organizar e interpretar todo aquello susceptible de ser registrado como hechos, datos o fenómenos por los actores (sujetos) que pertenecen y comparten el sistema conceptual, gramatical y las competencias lingüísticas que se producen en comunidad.


 

 


Palabras clave: Lenguaje; concepto científico; sistema lingüístico; pensamiento; significado, mundo de la vida; producción cultural

 

ABSTRACT

 

 

One of the first steps that the different disciplines of the Social Sciences must face, is related to the constitution of their own linguistic system and the domain of the basic conceptual corpus, through which it is possible to attend to the different selected aspects of reality. and that it operates in a double sense. On the one hand, the conceptual body provides identity and clarity in the approach to specific aspects that concern disciplinary study and, on the other, it provides high levels of precision in the production of specialized knowledge in relation to the object of study.In fact, the language not only provides specificity to the discipline, but above all, allows for a system of rules and regulations governing linguistic practices (codes ideas, sounds and senses), by which you can organize and interpret everything capable of being registered as facts, data or phenomena by actors (subjects) belonging and shared conceptual system, grammar and language skills that occur in community.

 

 


Keywords: Language; scientific concept; linguistic system; thought; meaning; world of life, cultural production

 

 


 

INTRODUCCIÓN

Uno de los primeros pasos que las distintas disciplinas de las Ciencias Sociales deben afrontar sistemáticamente, se  halla  referido a la constitución de un sistema lingüístico (lenguaje) propio y el dominio de su cuerpo conceptual básico, a través del cual es posible enfocar especial atención sobre los distintos aspectos seleccionados de la realidad específica que es de interés disciplinar y que opera en un doble sentido.

Por un lado, el  cuerpo  conceptual  otorga identidad y claridad en  el  abordaje  de aspectos específicos que conciernen al estudio disciplinar y, por otro, proporcionan niveles altos de precisión en la producción de conocimiento especializado con relación al objeto de estudio.

De hecho, el lenguaje no sólo proporciona especificidad a la disciplina, sino, sobre todo, permite contar con un sistema de reglas y normas que regulan las prácticas lingüísticas (ideas códigos, sonidos y sentidos), mediante los cuales es posible organizar e interpretar todo aquello susceptible de ser registrado como hechos, datos o fenómenos por los actores (sujetos) que pertenecen y comparten el sistema conceptual, gramatical y las competencias lingüísticas que se producen en comunidad.

Con ello, dejamos establecido que la construcción del cuerpo conceptual científico, es resultante del esfuerzo cognitivo del pensamiento humano, por imponer cierta clase de ordenamiento intelectual acerca de la realidad del mundo social; la delimitación de qué o cuáles aspectos de esa  realidad son más o menos decisivos y de interés particular que le concierne a la disciplina; la aptitud y capacidad para organizar el saber, transformar la información  en  conocimiento y el ordenamiento del conocimiento según la teoría orientadora.

 

DESARROLLO

 

1.1.   Sistema   Conceptual   y   Desarrollo Científico

En todos y cada uno de los campos disciplinares, el lenguaje de la ciencia conduce a la construcción sistemática de un conjunto de teorías, ideas y conceptos, de modelos comprensivos o explicativos, de metodologías y técnicas de investigación; cuya aplicabilidad y validez radica en su utilidad operacional a  la hora de analizar y reflexionar acerca de    la realidad  social.  Precisamente,  aquello que  diferencia  y  proporciona  especificidad a las distintas disciplinas científicas son los conceptos, definiciones, términos propios y en general, el lenguaje que hacen a la propia disciplina. La lengua es “un código, entendido no sólo como cifra que permite establecer equivalencias entre sonidos y sentidos, sino también como sistema de normas que regulan las prácticas lingüísticas” (Bourdieu, 2001, p.19).

De hecho, uno de los primeros pasos para la comprensión de cualquier disciplina, radica en el dominio de aquellos conceptos básicos que le otorgan estructura y coherencia interna y externa (sistema lingüístico), además de proporcionar los instrumentos intelectuales con los que trabajan los investigadores. Ejemplo de ello, podría ser el intento de aproximación a la definición de Sociología, entendida como aquella ciencia cuyo objeto de estudio es la comprensión y explicación científica de la realidad social –la cual se halla constituida por organismos e instituciones, grupos, asociaciones formados por los hombres-; el estudio de los grupos humanos, las relaciones e interacciones sociales, expresadas en determinadas conductas de convivencia colectiva y basadas en un conjunto de normas, principios, valores y leyes del desarrollo social. Pero sólo sería posible entender estas definiciones, si antes previamente, hubiese sido posible explorar el significado de aquellos términos y conceptos claves formulados, como producto de todo aquello que los hombres ven en el mundo –que no es otra cosa, que aquellas ideas y códigos que actúan como herramientas que permiten organizar e interpretar todo aquello existente en la realidad, a modo de regularidades o normalidades-, que los rodea y que bien pueden ser registrados como hechos.

El lenguaje “crea naturalmente una plena comunidad en la que todos, aprovechándose libremente del tesoro universal, colaboran espontáneamente en su conservación” (Bourdieu, 2001, p.17). Al ser  considerado un tesoro universal, aceptamos que la misma se encuentra depositada en  la  práctica  de la palabra  en  todos  aquellos  sujetos  que  la comparten y que pertenecen a la misma comunidad completamente homogénea, con un sistema gramatical y una competencia lingüística depositada en cada miembro de la comunidad.

Pero también reconocemos que no es el espacio lo que define la lengua, sino que es la propia lengua la que define su espacio de difusión, gracias a las fuerzas intrínsecas de su propia lógica autónoma a través de los sujetos que aceptan ser portadores de aquella tradición lingüística, así como las reglas gramaticales que en ella se encuentran insertas. Ésta última, constituye los “instrumentos de descripción del lenguaje, que son sistemas de normas de las que los agentes tienen un cierto conocimiento, y por último que se trata de mecanismos neurofisiológicos (“Una persona que conoce una lengua posee en su cerebro un sistema muy abstracto de estructuras al mismo tiempo que un sistema abstracto de reglas que determinan, por libre iteración, una infinidad de correspondencias sonido-sentido”)” (Bourdieu, 2007, p.63).

Con relación a ello, conviene precisar que, en la producción de conocimiento en cualesquiera campos científicos, resulta imprescindible contar con un cuerpo de conceptos propios identitarios que permiten prestar especial atención hacia aquellos elementos específicos de la realidad que conciernen por pertinencia, a una u otra disciplina.

Esos cuerpos de conceptos son derivados o creados mediante la abstracción de aquellos rasgos o aspectos seleccionados de los fenómenos (cosas) que son tomados de la compleja totalidad de lo real (1); el mismo que es capturado por el intelecto como rasgos que permiten visualizarla como ejemplos, modelos de patrones o tipos de situaciones repetidas indefinidamente.

Lo anterior, equivale a establecer que los conceptos representan esfuerzos cognitivos por imponer cierta clase de ordenamiento intelectual que posibiliten la búsqueda de ciertas pautas, regularidades y uniformidades acerca de la realidad del mundo social cotidiano que nos rodea; además de indicarnos qué es lo que debemos observar. Este mundo social de la vida cotidiana “no solo se da por establecido como realidad por los miembros ordinarios de la sociedad en el comportamiento subjetivamente significativo de sus vidas. Es un mundo que se origina en sus pensamientos y acciones, y que está sustentado como real por éstos” (Berger; Luckmann, 2001, p.37).

En correspondencia con este planteamiento, podemos afirmar que todas las personas poseen la capacidad de proporcionar explicaciones y significados –que constituye la preocupación central de la semántica (2)

- acerca de aquel o aquellos actos sociales de las otras personas con las que interactúa  y convive, ya sea utilizando un lenguaje cotidiano con explicaciones de sentido común o bien, quizá recurriendo a un lenguaje mucho más sofisticado y estilizado; es decir, una explicación “científica”.

En esa intención de arribar a precisiones verosímiles acerca de aquel o aquellos actos sociales, continuamente recurrimos a un conjunto de teorías y conceptos presentes en la historia científica que se hallan plasmadas en la abundante literatura especializada existente al respecto; toda vez que el desarrollo científico se convierte en el proceso gradual mediante el que esos conceptos han sido añadidos, solos y en combinación, al caudal creciente de la técnica y de los conocimientos científicos, y la historia de la ciencia se convierte en una disciplina que relata y registra esos incrementos sucesivos y los obstáculos que han inhibido su acumulación” (Kuhn, 2004, p.21).

De ahí que una tarea esencial del cientista es la descripción y explicación del fenómeno, además de identificar aquel conjunto de errores que impidieron e impiden la acumulación rápida del caudal científico.

Sumado a esta actividad de revisión del conjunto de teorías y conceptos (3) presentes en la literatura, otorgamos importancia capital a aquella experiencia obtenida en la actividad empírica, cuya finalidad no es otra, que la de posibilitar la difícil tarea de descomplejizar cada vez más, el campo de intervención científico de la realidad social en sentido amplio y contribuir de ese modo, en la construcción de un pensamiento científico, capaz de dar cuenta de los múltiples y complejos fenómenos sociales que en ella tienen lugar.

Este pensamiento científico “se manifiesta por la aptitud para organizar el saber, es decir, para transformar la información en conocimiento, para ordenar el conocimiento según la teoría. Es ése el aspecto constructivo del pensamiento” (Morin,1995, p.63).

Contrariamente a esta orientación, es posible  apreciar  que  la  ciencia   moderna  de  la  actualidad,  concibe   un   desarrollo  del pensamiento científico muy limitado, fragmentario y reduccionista; cuyas propiedades se expresan con mayor nitidez en tendencias crecientes de diferenciación paulatina, de campos específicos y en sus medios de investigación, que lejos de profundizar en la especialización, se han estancado en la simple tecnificación de sus instrumentos.

Tales tendencias han dado lugar a la inminentesegregacióndeaquellos“movimientos antagónicos de unificación-reconstrucción, de teorización, que mantienen y conservan el sentido de la unidad, de lo global, de lo total, de la síntesis” (Morin,1995, p.65); olvidando con ello, que el desarrollo y progreso de la ciencia, requiere imperiosamente de la “simultaneidad antagónica de estos dos procesos y de su nexo contradictorio” (Morin,1995, p.63).

Bajo esa argumentación, debe cuidarse que el debate crítico en torno a ello, no gire en la simple búsqueda de respuestas a aquellos posicionamientos yuxtapuestos y enfrascados en puntos de vista fatalistas -de tendencias internas y externas-, que aspiran evitar que las Ciencias Sociales se vayan cosificando o que en otro sentido, se planteen posicionamientos reivindicatorios radicales de un pensamiento integral y humanitario producido en las Ciencias Sociales, frente a la desmedida y deshumanizadora evolución de la ciencia moderna.

Creemos que la  preocupación  central  de los productores de conocimiento en las Ciencias Sociales, debería centrarse en la reflexión, identificación, la toma de medidas y decisiones oportunas con relación a aquellos obstáculos y barreras que dan como resultado, el atrofiamiento y cosificación en el desarrollo del pensamiento y su capacidad –al igual que las demás Ciencias-, de previsión y, sobre todo, de predicción. Esto en el sentido de considerar que, en la actualidad, la “meta de la ciencia es el conocimiento de procesos a los cuales está necesariamente ligada la dimensión del futuro” (Horkheimer, 2003, p.44).

La ciencia debe tener un carácter previsor en tanto que el sentido de sus aplicaciones, posibilidades y probabilidades de  su  alcance, no sólo dependen de las destrezas  y habilidades del cientista, sino que en ella también intervienen las complejas estructuras sociales del momento histórico (delimitación temporo-espacial).


A este carácter previsor de la ciencia, debe añadirse también la capacidad de predicción, la cual queda expresada en la medida  en que  da  cuenta  de  aquellas  regularidades  y normalidades que se van suscitando en condiciones determinadas; pero que también es capaz de visualizar -comportamientos futuros-  y  pronosticar  ciertos  eventos  como consecuencia y/o resultado de tales condiciones. Por lo mismo, una “teoría que quisiera afirmar que la ciencia moderna puede llevar en este sentido a previsions y  no a predictions cometería de hecho un error” (Horkheimer, 2003, p.44).

Otro aspecto a considerarse en este análisis, se halla referido  a  considerar  que el proceso de producción  de  conocimiento en las Ciencias Sociales, bajo ninguna circunstancia posee un carácter uniforme; pues dada su naturaleza y particularidad, da lugar a la pluralidad de pensamientos –que constituye desde ya, una rica cualidad de las Ciencias Sociales-, guiados por el raciocinio del intelecto científico que afecta y es afectado por el fenómeno objeto de estudio, presente en la naturaleza, siendo su tarea esencial, aprehenderlo, anotarlo, describirlo, explicarlo y en lo posible, interpretarlo y comprenderlo.

Esta acción recíproca -sujeto  y  objeto  de estudio-,  posibilita  la  construcción  de  un conocimiento socialmente aceptable y  que para lograr determinados grados de aceptabilidad opera en un  doble  sentido.  Por un lado,  en la dirección  de ser visible,  de obtener reconocimientos y,  por  otro,  en la dirección de ir  obteniendo  valoración como objeto de  intercambio,  ingresando  con  ello  –inevitablemente-,  al  circuito  de  la mercantilización del conocimiento, si pretende existir socialmente. Esto último, es consecuencia directa del flujo y circulación continua de información que se suscita en las sociedades y que trajo como resultado, cuadros simbólicos de saberes cada más complejos, pero con frágiles y débiles mecanismos de conectividad con el conocimiento científico.

 

Tensiones y orientaciones con relación al corpus teórico conceptual de las Ciencias Sociales

Uno de los primeros pasos que las distintas disciplinas de las Ciencias Sociales deben afrontar sistemáticamente, se halla  referido al dominio de sus conceptos básicos y que componen aquello que podríamos denominar como su corpus teórico, a través del cual es posible enfocar especial atención sobre los distintos aspectos seleccionados de la realidad específica y particular que la concierne.

Precisamente, ese cuerpo teórico- conceptual (corpus teórico) que presentan las disciplinas no sólo las diferencian nítidamente de las otras disciplinas, sino que además le permiten explicar las cosas del mundo que rodean a los actores sociales -hombres– y los fenómenos que existen en la realidad social; la visualización de aquellos instrumentos intelectuales necesarios para abordar los fenómenos, permitiéndonos focalizar nuestra atención en aquellos aspectos seleccionados de la realidad que nos concierne; además de conocer las pautas y los términos en que los problemas se formulan y se resuelven.

Esto tiende a acrecentarse aún más en   el  caso  de  las  Ciencias  Sociales,  debido  a la importancia que revisten los actores sociales como fuente principal reveladora del sentido subjetivo atribuido a la acción social; pues buena parte de nuestra experiencia en el mundo de la vida –lebenswelt-, es comunicable -aunque no siempre en términos de verbalización-, de manera que es imposible renunciar a la importancia del lenguaje en sus distintas modalidades, además de representar una especie de médium en los términos de comunicación de tal experiencia.

Por ello, no podemos sino estar atentos a la producción del lenguaje, en este caso, del discurso de los actores sociales.

De igual modo, debe tenerse especial cuidado en el sentido de dar por supuesto, que en las Ciencias Sociales se construyen conceptos que a priori, dan la impresión de utilizar simplemente conceptos claves o la creación de terminología compleja poco usual e innecesaria que, en el fondo, aportan poco al conocimiento y entendimiento humano. Pensar bajo esas lógicas, supone asumir una mirada sesgada, reduccionista y poco crítica, muy próxima a asemejarse a ese sentido común con el que, por lo general, se quiere o pretende comprender al hombre y a la sociedad.

Si bien, este no es un problema que ocurre única y exclusivamente en el ámbito de las Ciencias Sociales, ya que es posible también hallar similar dificultad en las Ciencias Naturales, donde continuamente puede identificarse cierta  terminología  lingüística de acceso y comprensión reservada exclusivamente a aquellos especialistas del campo, y por lo mismo, resultan ser poco comprendidas e impenetrables para aquellos que no son especialistas.

Un argumento que justifica la discusión en torno al uso exageradamente tecnicista del lenguaje en el caso de las Ciencias Sociales, tiene que ver con la distinción necesaria de aquel lenguaje cotidiano, que si bien tiende a explicar los actos de la conducta humana en la sociedad (sentido común), posee limitaciones en cuanto a precisión y profundidad de comprensión del fenómeno.

Estas limitaciones hacen necesario contar con un sistema conceptual-lingüístico científico (discurso), cuya aspiración no sea otra que la superación efectiva de dichas limitaciones, evitando caer en reduccionismos al momento de ofrecer una explicación y comprensión plausible y razonable de aquello que acontece en la realidad social, donde se requiere el empleo preciso de las palabras. De hecho,   el “discurso científico llama a una lectura científica, capaz de reproducir las operaciones de las que él mismo es producto” (Bourdieu, 2008, p.35).

Al margen de estas discusiones referidas

al uso y manejo del lenguaje, creemos que el verdadero problema radica esencialmente en el abordaje investigativo de la naturaleza del ámbito o campo de estudio y las relaciones con la vida humana, de las cuales se ocupan ampliamente las Ciencias Sociales.

Debe reconocerse, sin embargo, que el desarrollo investigativo en el campo de las Ciencias Sociales, se halla en proceso de consolidación en cuanto a su riqueza, valor    y difusión que, si bien resulta ser halagüeño, también ha significado una especie de barrera y estancamiento expresado en la lenta legitimación y aceptación de su particular terminología y discurso científico por  parte de la comunidad científica, del mismo modo que lo es también en el caso de las Ciencias Naturales. Este discurso científico “se distingue del discurso de ficción… en que se toma en serio lo que dice y acepta responder por ello” (Bourdieu, 2008, p.43).

 

Ahora bien, si el discurso científico toma con seriedad aquello que dice y acepta responder por todo aquello que afirma, también debe tener la capacidad de replantearse y de modificarse total o parcialmente, producto de la existencia de posibles errores que pudieran observarse e identificarse en los rasgos del discurso científico.

De esta forma, no sólo se plantea una posibilidad de significación del discurso bajo una modalidad doxa de sus enunciados,  cuya aspiración vaya más allá del hecho de   ir  construyendo  una  devoción  expresada en hacer creer –a los  otros-  en  la  verdad de lo que se dice, sino que resulte más importante lograr que el discurso -científico-, sea socialmente reconocido y con capacidad de responder efectivamente por aquello que propone; denotando con ello, una fuerza de  la creencia por la apariencia de la verdad; es decir, por aquella representación socialmente reconocida como científica.

Así, cuando se trata del mundo social, “la

ciencia confiere a aquel que la detenta, o a aquel que da la apariencia de detentarla, el monopolio del punto de vista legítimo, de la previsión autoverificadora” (Bourdieu, 2008, p.44), que precisamente refleja la posibilidad que la ciencia sea discutida, cuestionada y reflexionada; que lejos de suponer una especie de amenaza y quiebre hacia aquellos que controlan y detentan la ciencia y la producción cultural –como poder que legitima-, signifiquen eficaces acciones estratégicas que aseguren que ese discurso científico, alcance niveles cada vez mayores de precisión, certeza y rigurosidad en el proceso y las condiciones bajo las cuales se produce y reproduce.


 


 

Más allá de estas discusiones en torno   al uso de terminología conceptual específica en las Ciencias Sociales –que esta demás señalar, es esencial y fundamental, pues representa ese discurso, ese cuerpo teórico que la sustenta; pero que al mismo tiempo   le otorga mayor determinación a su área de estudio y cierta respetabilidad académica-, creemos que la aplicación práctica, su contribución al conocimiento sobre el mundo social y aportación exitosa al bienestar de la sociedad, representan valores suficientes para justificar plenamente su existencia.

De  hecho,  todo  discurso   –expresado en el corpus conceptual- con “pretensiones científicas sobre el mundo social debe  contar con el estado de las representaciones concernientes a la cientificidad y de las normas que debe respetar prácticamente para producir el efecto de ciencia, y aspirar a través de ello, a la eficacia simbólica y a los beneficios sociales asociados a la conformidad con las formas exteriores de la ciencia” (Bourdieu, 2008, p. 44).

En esa aspiración legítima del discurso científico, resulta inevitable hallar posibles distorsiones y apreciaciones erróneas, producto del uso de terminología conceptual del  cientista  social  a  la  hora  de  estudiar  y conocer con objetividad la realidad del mundo social; el cual bien podría dar lugar a la configuración de ciertas desconfianzas y temores en sus propios colegas, por pretender aquello que podríamos denominar poder semi- institucionalizado.

Una consecuencia de la extensión  de  ese poder semi-institucionalizado, queda manifiesta en el hecho que cada agente puede ejercer en cada una de las posiciones de poder que ocupa, su “peso”, como se dice, depende de todos los atributos de poder que, por otra parte, posee… y de todas las posibilidades de intercambio que  puede  extraer  de esas diferentes posiciones (Bourdieu, 2008, p.115).

 

Producto de las posibilidades de intercambio, es posible apreciar continuos procesos de uso y aplicación del peso de poder que se detenta genéricamente en la comunidad científica pero también de forma personal – reconocimiento del título y construcción del imaginario social de intelectual-, en tanto miembro de esa comunidad que se halla jerarquizada social y académicamente, donde se aspira seguir ocupando y escalando nuevas posiciones de privilegio (reconocimiento científico, académico y social).

De esta forma, se concluye que el conocimiento tiende a otorgar cierto poder – hacia aquellos que la detentan-, expresado en el uso de un lenguaje que no puede ser fácilmente comprensible por los otros cuya condición intelectual sea distinta, pero que además tienden a significar potenciales peligros, temores y quiebres bruscos a quienes ocupan o poseen determinados intereses creados y que al realizar lecturas críticas sobre la naturaleza de tales poderes creados, van configurando tremendos desafíos y peligros  a esos “privilegios” y “beneficios” con los que cuentan.

 

Lo anterior queda manifiesto en el sentido que  todas  las  “comunidades  producen  una representación de lo que son y de lo que quieren ser; y esto es particularmente cierto en el caso de los agentes especializados en la producción cultural” (Bourdieu, 2002, p.61). Cabe, sin embargo, realizar algunas diferenciaciones en torno a aquellos conceptos denominados científicos y aquellos considerados cotidianos. Señalar, por ejemplo, que los conceptos científicos se diferencian de los conceptos cotidianos, no sólo por el grado de precisión, profundidad y rigurosidad con la que se plantean, sino por el nivel cada vez mayor de abstracción con que intentan aproximarse al objeto de estudio, así como su gran capacidad de desarrollo sistemático que poseen.

Indicar también que los conceptos científicos, se remiten no sólo única y exclusivamente a  capturar  ideas,  sentidos  y orientaciones entendibles en aquellos contextos en los que aparecen, sino que tienen la capacidad de discernir significados  y significantes que muestran sentimientos, emociones, percepciones, actitudes y orientaciones de los actores, permitiendo sugerir con cierta precisión, cursos posibles de acción basados en rigurosos análisis lógicos que constituyen exigencias de la ciencia, al igual que observaciones objetivas, cuyos significados de los términos que emplean sean precisos y claros.

Por ello, este lenguaje científico exige el análisis de las cosas a las que se refieren;   es decir,  precisar  aquellos  referentes  que  la definen, las cuales deben ser reales y no meramente nominales.

Dicho de otro modo, éstos referentes que la definen deben ser capaces de identificar en esencia, aquellos elementos centrales de los fenómenos analizados y no ser simplemente una especie de acuerdos convencionales para el uso y/o empleo de simbolismos verbales. Sólo de esta forma, el “discurso al que se llama científico…produce un efecto de cientificidad fundado en una conformidad al menos aparente con las normas por las cuales se reconoce a la ciencia” (Bourdieu, 2008, p.45)

Conviene también dejar establecido que si bien, los conceptos son construcciones resultantes de la creación del pensamiento humano, es innegable señalar también que son inherentes a la naturaleza de la realidad social y por lo tanto, emergen de algún tipo de observación experimental y representan un conjunto de esfuerzos por imponer formas de ordenamiento intelectual dentro de la dinámica y diversidad de los fenómenos de la realidad social; siendo una de sus aspiraciones, proporcionar ciertas pautas de regularidades o uniformidades acerca del mundo que nos rodea. Esto en razón a que toda toma de posición sobre el mundo social se ordena y se organiza a partir de una posición determinada en ese mundo, es decir,  desde el punto de vista de  la conservación y el aumento del poder asociado a esa posición (Bourdieu, 2008, p.26).

 

De hecho, la formulación de conceptos constituye aquel o aquellos esfuerzos intelectuales por focalizar nuestra atención sobre determinados aspectos seleccionados de la realidad que sean de interés y relevancia; nos indican qué es lo que debemos observar y buscar; cuándo formular cuestiones empíricas específicas, para luego plantear algunas generalizaciones importantes que cubran una amplia gama de observaciones (construcción de categorías de análisis), de las cuales puedan extraerse inferencias sobre casos concretos.

En  el  caso  de  las  Ciencias  Sociales,  la formulación de conceptos obedece en cierta forma, a esa rica trayectoria histórica disciplinar de las áreas especializadas, cuya finalidad tiene que ver con la elaboración y   el refinamiento conceptual para el  análisis  de los fenómenos sociales como categorías de análisis y de observación más precisas y refinadas para registrar los datos estudiados, cuidando un detalle que nos parece central: no está en discusión la veracidad de los mismos (conceptos), sino más bien su pertinencia, expresados en determinar qué o cuáles aspectos de la realidad son más o menos importantes y que en el fondo, son decisivos para los problemas que son objeto de interés de los cientistas sociales.

Respecto a la tendencia creciente de utilización de un lenguaje especializado tanto en las Ciencias de la Naturaleza como en las Ciencias Sociales -con ciertas connotaciones incluso de ser excluyente para aquellos cuya condición intelectual sea distinta-, conviene dejar establecido que adquieren dinámicas diferenciadas entre una y otra. Por ejemplo, en el caso de las Ciencias Sociales esta práctica es parcialmente diferenciada, debido a que se hallan más próximas hacia el lenguaje cotidiano que posibilita reconducir los saberes (discursos) a la sociedad misma.

Estos saberes (discursos) que se producen en las Ciencias Sociales, operan de manera fáctica (4) sobre el objeto de estudio -en este caso, el estudio de lo social- que siempre tiende a influir directamente sobre ese hecho o aspecto de la realidad al que refiere, operando y modificando situaciones de lo analizado. Con ello, la ciencia tiene la posibilidad de reapropiarse en lo social.

Ahora bien, acerca de la cuestión del pensamiento en el campo de las Ciencias Sociales, indicar que éste reviste connotaciones particulares, que en cierta manera dificultan su análisis y tratamiento; en razón a que la actividad pensante, no se deja fácilmente definir a priori y no se consigue su reconocimiento más que lenta o dificultosamente a posteriori. A estas características se adscribe también que el pensamiento científico exige al menos tres tipos de ejercicios intelectuales básicos como ser la reflexión, la imaginación y la organización.

La reflexión conlleva asumir un verdadero distanciamiento del investigador respecto a sus creencias, saberes y/o percepciones con relación al objeto de estudio y a sus hipótesis fundamentales; para dar paso a la meditación (análisis) de los problemas centrales -e incluso de la duda científica-, en sí a la imaginación (que conduce a la formulación de hipótesis); finalmente, se requiere organizar la información para transformarlo luego en conocimiento, guiados por una teoría orientadora que refleja un carácter constructivo del pensamiento científico.

Visto de ese modo, el pensamiento posee un carácter de arte que requiere de la reflexión, imaginación y la organización, pero que no llega jamás a ser totalmente reducible; en virtud a que es precisamente el pensamiento, el que posibilita la renovación integral del conocimiento.


 

 


 

Así, las Ciencias Sociales constituyen su objeto de estudio en medio de una complejidad muy superior a la de las Ciencias Naturales; pues la intencionalidad, o la significatividad que subjetivamente atribuye el hombre a sus acciones, resultan  ser  mucho  más  difíciles y complejos de descifrar en relación a la composición química del agua o del carbono, los cambios climáticos que se van suscitando en la naturaleza, cuyas modificaciones, operaciones y/o transformaciones, son perfectamente explicadas y comprendidas en el ámbito de las Ciencias Naturales.

Las Ciencias Sociales “son ciencias como las demás, pero que tienen una dificultad especial para ser ciencias como las demás” (Bourdieu, 2003, p.150); pues debe ser capaz de avanzar aún más que las Ciencias de la Naturaleza, asumiendo la difícil tarea de poner en escena aquello que se halla oculto por excelencia y que escapa a la mirada superficial de la ciencia, porque  se  refugia en la mirada misma del científico, cuya objetivación es la condición del acceso de la ciencia a la conciencia de misma; es decir, al conocimiento de sus presupuestos históricos que en ella tienen lugar.

Ello queda ratificado en el sentido de que “uno no escapa al trabajo de construcción del objeto y a la responsabilidad que él implica. No hay objeto que no conlleve un punto de vista, por más que se trate del objeto producido con la intención de abolir el punto de vista, es decir, la parcialidad; de sobrepasar la perspectiva parcial que está asociada a una posición en el espacio estudiado” (Bourdieu, 2008, p.17).

Al  respecto,  debemos  mencionar  que  la finalidad de la ciencia es construir un cuerpo de proposiciones lógicamente interrelacionadas (teoría), con capacidad de explicar determinadas relaciones entre los fenómenos estudiados. En el caso particular de las Ciencias Sociales, se trata de construir generalizaciones empíricas para luego incorporarlas a un sistema de proposiciones generales; es decir, a una teoría, la cual tiende a incrementarse constantemente producto de la investigación que en ella tiene lugar.

Cabe señalar también que uno de los obstáculos centrales que impide avizorar progresos y revoluciones permanentes en la producción de conocimientos en las Ciencias Sociales tiene que ver con el grado de autonomía con el que éste opera. De hecho, cuanta mayor autonomía existe en un campo científico, es precisamente ese campo el que define no sólo el orden habitual de la ciencia normal sino también las posibles rupturas extraordinarias (revoluciones) que sufre.

De algún modo, resulta inevitable preguntarnos el ¿por qué a las Ciencias Sociales le resulta tan difícil hacer reconocer su autonomía?; ¿Cuáles son  las  razones  por las que un determinado descubrimiento requiere de mucho esfuerzo para imponerse en el exterior del campo e incluso dentro de él? Cualquier posibilidad de respuesta a estas interrogantes se halla inexorablemente sujeta al hecho que la generalidad de las leyes de  la “ciencia social no puede entenderse en absoluto como la de un universo conceptual en el que sus partes se integran armónicamente, sino que se refiere siempre, y esencialmente, a la relación de lo universal y lo particular en su concreción histórica” (Adorno, 2001, p.28)

Queda claro que las Ciencias Sociales tienen un objeto demasiado importante desde el punto de vista de la vida social, del orden social y del orden simbólico que hace urgente dotarle de cierta autonomía similar o superior a la que poseen las Ciencias Naturales para la producción de la verdad de la realidad del mundo social que es dinámica y compleja; que obliga inclusive, a poner a prueba los propios conocimientos y aquellos instrumentales analíticos que ya se tenían como válidas para el abordaje de los fenómenos y obras sociales. Accionar que se justifica plenamente por el carácter pluridimensional de la vida social, que –por lo general- no revela fácilmente, la totalidad de sus formas internas ni las fronteras de su conocimiento como para no relanzar siempre la actividad reflexiva y analítica que se había construido en torno a ella.

Esto de algún modo, ratifica lo señalado líneas   arriba  en        el         sentido           de        que      la comprensión  de  la   realidad   no  es  finita, al contrario, es algo infinito y sobre todo cambiante; en razón a que no es posible explicar de una vez por todas, la composición interna de los fenómenos estudiados como si ella fuese un todo mecánico que sólo requiere ser descrito correctamente hasta en sus más ínfimos detalles empíricamente comprobados. Afirmación que, de modo, taxativo alude al hecho que las Ciencias Sociales “todavía no han asimilado la idea de que la validez de la experiencia, en la medida en que su objeto –la sociedad, los hechos y fenómenos sociales-, está esencialmente mediado por la subjetividad, aumenta con la participación subjetiva del sujeto cognoscente” (Adorno, 2001, p.28). De hecho, una de las características de la vida humana y también de la vida social, es antes que todo, su transformabilidad cualitativa y unido a ella, su más desconcertante imprevisibilidad; pues las transformaciones siempre son posibles o requeridas, según necesidades y razones que probablemente no se podían predecir.

Por consiguiente, nuestros esfuerzos intelectuales y con ello, nuestras teorías y conceptos, se construyen con el claro propósito de reducir progresivamente un conjunto de complejidades  cambiantes,  resultante   de  la dinámica extrema del mundo social que hace que nos encontremos siempre en la necesidad de observar permanentemente gran parte de nuestro trabajo de producción de conocimientos sobre la realidad del mundo social.

 

REFLEXIONES FINALES

El lenguaje de la ciencia conduce a la constitución  de  un  determinado   conjunto de teorías, ideas y conceptos; de modelos comprensivos o explicativos; de metodologías y técnicas de investigación; cuya validez radica en su utilidad operacional al momento de analizar y reflexionar acerca de la realidad del mundo social. El lenguaje además de proporcionar especificidad a la disciplina, posibilita -ante todo-, contar con un sistema de reglas y normas que regulan las prácticas lingüísticas (ideas códigos, sonidos y sentidos), mediante las cuales es posible organizar e interpretar todo aquello susceptible de ser registrado como hechos, datos o fenómenos por los actores (sujetos) que pertenecen y comparten el sistema conceptual, gramatical y las competencias lingüísticas que se producen en comunidad.

Tales premisas, puntualizan de algún modo, la necesidad de contar con un cuerpo conceptual propio identitario de las disciplinas científicas que contribuyen, por un lado, a clarificar aquellos elementos específicos de la realidad que revisten interés y preocupación particular y por otro, otorgan mayor precisión a la producción de conocimiento disciplinar especializado con relación a su objeto de estudio.

Conviene precisar también que ese cuerpo de conceptos propios de las disciplinas científicas, son creados mediante la abstracción de aquellos rasgos o aspectos seleccionados de los fenómenos (cosas) tomados de la compleja totalidad de lo real; el mismo que es capturado por el intelecto como rasgos que permiten visualizarla como ejemplos, modelos de patrones o tipos de situaciones repetidas indefinidamente.

Pero los conceptos científicos no sólo se remiten única y exclusivamente a capturar ideas, sentido y orientaciones entendibles en aquellos contextos en los que aparecen –esto en el caso de las Ciencias Sociales-, sino que tienen la capacidad de discernir significados  y significantes que muestran sentimientos, actitudes y orientaciones; que sugieren con cierta precisión, posibles cursos de acción, basados en rigurosos análisis lógicos que constituyen exigencias de la ciencia como tal, al igual que observaciones objetivas, cuyos significados de los términos que emplean sean claros y precisos.

Esto tiende a acrecentarse aún más en   el caso de las Ciencias Sociales debido a la importancia que adquieren los actores (sujetos sociales) como fuente principal reveladora del sentido subjetivo atribuido a la acción social; pues buena parte  de  nuestra  experiencia  en el mundo de la vida –lebenswelt-, es comunicable, aunque no siempre en términos de verbalización.


Lo anterior, equivale a establecer que los conceptos representan esfuerzos cognitivos resultantes del pensamiento humano, por imponer cierta clase de ordenamiento intelectual que posibilite la búsqueda de pautas y regularidades acerca de la realidad del mundo social cotidiano que nos rodea; además de indicarnos qué o cuáles aspectos de la realidad son más o menos importantes y decisivos para los problemas que le concierne a la disciplina.

Es ahí donde el pensamiento científico manifiesta su capacidad y aptitud para organizar el saber, para transformar la información en conocimiento; para ordenar el conocimiento según la teoría orientadora; pues al ser un acto cognitivo, generalmente procede a partir de ciertos rasgos particulares y distintivos de las cosas, que más tarde son simbolizadas en formulaciones adecuadas, cuya aspiración es dar cuenta de las propiedades infinitamente complejas que tienen las cosas y los fenómenos observados.

 

REFERENCIAS

Adorno, T. W. (2001). Epistemología y Ciencias Sociales. Madrid: Frónesis Cátedra Universitat de Valencia

Berger, P. L.; Luckmann, T. (2001). La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorrortu

Bourdieu, J. P. (2007). El sentido práctico. Buenos Aires: Siglo XXI

Bourdieu, J. P. (2001). ¿Qué significa hablar? Madrid: Akal

Bourdieu, J. P. (2008). Homo academicus. Buenos Aires: Siglo XXI

Bourdieu, J. P. (2002). Pensamiento y acción. Buenos Aires: Libros del zorzal


 


Bourdieu, J. P. (2003). El oficio de científico. Ciencia de la Ciencia y Reflexividad. Barcelona: Anagrama

Horkheimer, M. (2003). Teoría Crítica. Buenos Aires: Amorrortu

Kuhn, T. (2004). La Estructura de las Revoluciones Científicas. Buenos Aires (8º reimpresión): Fondo de cultura económica

Morin, E. (1995). Sociología. Madrid: Tecnos

 

NOTAS DE REFERENCIA

(1) El pensar como acto cognitivo, generalmente procede a partir de ciertos rasgos particulares y distintivos de las cosas que más tarde son simbolizadas en formulaciones adecuadas, cuya aspiración es dar cuenta de las propiedades infinitamente complejas que tienen las cosas y los fenómenos observados.

(2)  La semántica, que en su traducción original del griego “semantikos”, hace literalmente referencia a “lo que tiene significado”, de las palabras, expresiones y oraciones para las personas; cómo influye en lo que la gente hace y dice; cómo lo designan y hacen referencia a las ideas, cosas y cómo se relacionan dentro del sistema lingüístico.

(3)      Para efectos del presente trabajo, consideramos que el concepto es un término general que explícitamente designa a un tipo o clase particular de objetos, atributos, hechos, fenómenos, cosas, procesos, ideas y que, dado el carácter de cientificidad, utilizan niveles cada vez mayores de abstracción. En otros términos, los conceptos designan tendencias ascendentes hacia la generalización, mediatizados por el contexto en el que se los aplica.

(4)    Lo factico hace alusión a todo aquello relativo a los hechos, cuyas teorías tienen como referencia aspectos de la realidad.